Recientemente hemos podido ver a
Lola Flores, fallecida en 1995, protagonizando un anuncio de televisión de la
marca de cerveza Cruzcampo. La imagen de la Faraona se dirige
a nosotros desde la pantalla con frescura, con la voz y el acento con los que
la recordamos. Algo similar ocurre en la película de la saga Star Wars
Rogue One, cuando presenta a la princesa Leia tan joven como cuando se rodó
la primera entrega de la serie, en 1976, aunque la actriz Carrie Fisher que
daba vida al personaje tenía en ese momento -2016- sesenta años (de hecho,
murió en diciembre ese mismo año). Otro tanto ha ocurrido con el personaje de
Luke Skywalker interpretado por Mark Hamill, que en la serie de Disney The
Mandalorian estrenada en 2019, vuelve a aparecer tan joven como en la
primera trilogía de la década de los setenta. Se trata de tres ejemplos de lo
que se denomina medios sintéticos (synthetic media), la aplicación de
las tecnologías digitales para producir contenidos mediáticos artificialmente.
A pesar de que una de las
aplicaciones más conocidas y alarmantes de los medios sintéticos es el deep
fake con fines delictivos -generalmente la creación de vídeos falsos
para desacreditar a personajes públicos-, su futuro se presenta muy prometedor
en numerosos campos como el periodismo, el marketing o la educación. No
obstante, se trata de un fenómeno que va mucho más allá.
Hablamos de medios sintéticos
para referirnos a cualquier formato de contenido digital creado o modificado
mediante algoritmos, especialmente a través de algoritmos de inteligencia
artificial. En concreto, incluye la síntesis de imagen, de audio y del habla,
así como la generación de música y del lenguaje natural. La verdadera
innovación consiste en que la creación de contenidos mediáticos pasa de ser
física a completamente digital. La tecnología está transformando la forma en
que nos comunicamos mediante nuevas formas de crear, consumir y contextualizar
el contenido.
Más allá de los usos delictivos y
peligrosos, los medios sintéticos abren la puerta a una verdadera era de
innovación en la generación de contenidos mediáticos. Si nos centramos en el
vídeo, la inteligencia artificial permite crear piezas de forma más rápida y
fácil que con la tecnología tradicional, y además por una fracción del coste de
producción.
El vídeo sintético puede, por
ejemplo, hacer más asimilable el contenido que en un texto resulta tedioso y
complejo, como, por ejemplo, las características de un producto financiero o de
un seguro. Se trata de utilizar las herramientas ofrece la inteligencia
artificial para personalizar el soporte del mensaje, de forma que un avatar
puede llamar al usuario por su nombre, utilizando un rostro o una voz que hagan
la comunicación más cercana. Las posibilidades que ofrecen estas tecnologías
son inimaginables. Por ejemplo, la compañía Vologram proporciona el convertir
cualquier vídeo convencional en una pieza de realidad virtual o realidad
aumentada. Otro caso interesante es el de la plataforma Replika, que permite al
usuario crearse un compañero virtual a través de la inteligencia artificial.
También los algoritmos inteligentes han hecho su entrada en las bellas artes,
como es el caso de los sistemas DALL-E 2 y Midjourney, que generan obras
gráficas a partir de descripciones de texto.
Empresas vanguardistas como
Synthesia, Tavus, Hour One, D-ID o Colossyan se dedican a la creación de vídeos
sintéticos bajo demanda -generalmente con fines comerciales-, sin la necesidad
de contar con actores y costosos equipos de rodaje, dado que están basados en
avatares generados con inteligencia artificial, y voces desarrolladas para la
ocasión.
La inteligencia artificial
también está llamada a revolucionar la atención al cliente, al utilizar bots
conversacionales cada vez más perfectos y realistas. Un ejemplo un tanto
pintoresco de esto es el que presenta el Museo Dalí de St. Petersburg, Florida,
en los Estados Unidos, basado en una experiencia de realidad virtual, bautizada
como Dalí Lives, gracias a la cual el público puede hablar con el
genial pintor catalán, que aparece representado como cuando tenía la edad de 50
años.
A lo largo de esta década, los
medios sintéticos van a ir extendiéndose por todos los sectores y actividades,
adoptando formas y soluciones que hoy no podemos ni concebir. Se van a
convertir en la llave que abre un universo de posibilidades sin límites y van a
proyectar el uso de la inteligencia artificial mucho más allá que la esfera de
la comunicación. Urge que el desarrollo de esta tecnología vaya acompañado de
la creación de una normativa que regule los casos de uso, y de las herramientas
necesarias para poder identificar y denunciar su aplicación con fines
delictivos o dañinos.
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