Frente a una evolución lineal,
que supone pasar de un punto A a un punto B, la disrupción implica pasar de un
punto A al caos, por lo menos hasta que un punto B acaba por materializarse.
Decimos que el mercado de trabajo ha sufrido una disrupción, especialmente a lo
largo de la pasada década, porque las reglas que regían antaño ya no valen en
la situación actual, y, sin embargo, todavía no podemos vislumbrar más que
esbozos y trazos sueltos de la forma que finalmente adquirirá en el futuro.
Hace más o menos diez años se
hizo realmente patente -aunque era algo en marcha desde tiempo atrás- que la
automatización iba a tener un impacto transversal sobre el empleo de todos los
sectores económicos, y no sólo en aquellos tradicionalmente afectados por el
maquinismo, como la industria manufacturera. Incluso empezaron a publicarse
estudios que cuantificaban el desplazamiento de mano de obra, como el ya
mítico The future of employment de Carl Benedikt Frey y
Michael A. Osborne, que en 2013 predijo que en veinte años casi la mitad de los
empleos de Estados Unidos serían desempeñados por máquinas.
El tiempo se ha encargado de
matizar y poner en cuestión los vaticinios más catastrofistas, pero, lo que sí
es cierto es que:
1.
La digitalización está llevando a que numerosas
tareas no tengan ya que ser desempeñadas por humanos, lo que afecta a empleos
que pueden llegar a desaparecer, e incluso a modelos de negocio y sectores que
dejan de tener sentido en el nuevo escenario.
2.
Por otro lado, aquellos empleos que en principio
no están condenados a desaparecer probablemente demandarán competencias
digitales -tanto en los sectores puramente tecnológicos como en los que no los
son-, de forma que la fuerza de trabajo tendrá que adquirir y hacer gala de
nuevos conocimientos para seguir desempeñando su puesto.
3.
Finalmente, la nueva economía digital está creando
una demanda de nuevos perfiles laborales que antes no existían, y que
actualmente la oferta de mano de obra no está en condiciones de cubrir.
La única certeza que tenemos en
este panorama tan incierto es que los empleados de mañana (quizá los de hoy ya
también) deberán tener habilidades técnicas y digitales, complementadas por una
flexibilidad de pensamiento, y por habilidades relacionadas con la solución de
problemas. La pandemia causada por la COVID-19 ha acelerado y profundizado los
cambios en el mercado laboral, poniendo en relieve la relevancia que tiene para
el trabajador de este siglo la rápida adaptación al cambio. En gran medida, la
incapacidad para asumir los cambios del entorno y para desenvolverse en el
medio tecnológico pueden determinar el que alguien se quede atrás en este
proceso de transformación, generándose o ampliándose las brechas digitales y
sociales.
Este desajuste o disrupción del
mercado de trabajo está en la base de la paradoja que se da en el momento
actual basada en que altas tasas de desempleo conviven con un exceso de demanda
de puestos basados en perfiles tecnológicos, que no encuentran profesionales
suficientes que los ocupen, factor que pone en peligro el crecimiento a medio
plazo de los sectores de actividad más innovadores y dinámicos.
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