En menos de treinta años
nuestro país ha pasado de tener una oferta televisiva basada en exclusiva en
dos canales públicos, a gozar de un complejo y variado ecosistema audiovisual
poblado de numerosos agentes y de no menos soportes distintos para hacer llegar
contenidos hasta el espectador.
Los cambios en el mercado y
la rápida evolución tecnológica que ha conocido el sector han tenido
consecuencias sociológicas importantes, de forma que, frente al televisor del
siglo XX que aglutinaba a toda la familia en la sala de estar de la casa para
ver la programación lineal generalista, el consumo televisivo actual ha sido
erradicado del dispositivo que le daba nombre y tiene lugar en cualquier
aparato digital de los que nos rodean, ya sea el ordenador, la tableta, la
consola de videojuegos o el teléfono inteligente.
Además, ver la televisión o
-en términos más genéricos- consumir contenidos audiovisuales, se ha convertido
en una actividad ubicua, dado que la podemos llevar a cabo en cualquier lugar y
en cualquier momento, siempre que dispongamos de acceso a las redes de
telecomunicaciones.
El espectador español ha
visto cómo en los últimos años se multiplicaba y enriquecía la disponibilidad
de contenidos a los que podía acceder y la cantidad de plataformas que los
suministran. Casi se puede hablar de una edad de oro de la televisión, en la
que las transformaciones se suceden a una velocidad vertiginosa.
Los grupos de televisión
tradicionales han tenido que hacer hueco en el sector a nuevos participantes,
en principio con modelos de negocio completamente ajenos, como las operadoras
de telecomunicaciones -Telefónica, Vodafone y Orange- o las empresas de
internet, como Netflix o Amazon.
A pesar de que el mercado de
la televisión español no es tan maduro como el de países como Estados Unidos,
muchas de las tendencias expuestas anteriormente ya están presentes en nuestro
país. Y, sin duda, la principal es el crecimiento espectacular de los abonados
a la televisión de pago.
A finales del año pasado
había en España más de seis millones y medio de abonados a la televisión de
pago en sus distintas modalidades, según los datos publicados por la Comisión
Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), lo que supone un crecimiento
de casi el 40% desde 2010. De hecho, los ingresos de la televisión de pago en
España crecieron un 14% en 2017
De esos seis millones y
medio, casi cuatro millones están abonados a televisión por internet. En mayo,
una nota de prensa de la CNMC anunciaba que tres de cada diez hogares con
internet ya consumen contenidos audiovisuales online de pago. El cambio de
cultura que consiste en sustituir la televisión lineal en abierto por contenido
de pago bajo demanda parece imparable.
En 2016 la oferta televisiva
en nuestro país aumentó y se diversificó con la llegada de las plataformas
extranjeras, primero Netflix y un poco después HBO. Les siguieron Amazon Prime
Video y, en septiembre de 2017, Sky. Todas ellas entraron en competencia
directa con las plataformas locales como Movistar+, Filmin y Wuaki (rebautizada
como Rakuten TV).
Y, sin embargo, la feroz competencia que parecía
venir ha dado paso a una serie de alianzas que, en cierta medida, han calmado
las aguas del mercado. Telefónica llegó el año pasado a un acuerdo con Netflix
para incorporar sus contenidos en las plataformas de vídeo y TV de la compañía
en España y Latinoamérica, de forma que las tres grandes operadoras disponen ya
de dicha oferta, pues Vodafone y Orange la tenían incorporada.
En agosto 2018 saltó la noticia de que Telefónica
también está en tratos con Amazon Prime para añadir Prime Video a sus paquetes
convergentes (fijo, móvil y televisión), negociación que también estaría
llevando a cabo Vodafone, que además de Netflix ya tiene también la oferta de
las series de éxito de HBO.
En suma, lo que inicialmente parecía una
estrategia comercial de competir con el contenido propio de calidad parece
haber evolucionado hacia el deseo de crear una oferta global que incorpore
todas las series más sobresaliente del mercado, vengan de donde vengan.
El modelo de negocio audiovisual a través de
internet es simple y económico, pues evita tener que invertir en costosas
licencias y permite centrarse en desarrollar un contenido audiovisual
atractivo, como explica Mitch Lowe de Netflix:
“La era de la televisión abierta durará quizá
unas décadas más: el vídeo por Internet continuará expandiéndose y terminará
por absorberla. Competir por una licencia televisiva es prohibitivo para la
mayoría, pero para entrar en la red sólo tienes que tener un buen contenido y
hacerlo accesible.”
Quizá estemos entrando en una edad de oro de la televisión, en la que
el espectador cada podrá acceder a un mayor número de contenidos de calidad, de
una forma cada vez más personalizada y adaptada a sus necesidades y
preferencias.
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